mayo 01, 2009

Simplemente el Mejor - Ayrton Senna a 15 años de su muerte

El más grande piloto brasileño de todos los tiempos, y uno de los más talentosos y triunfadores del mundo, tuvo una vida al límite. Su temprana muerte cambió la Fórmula 1 para siempre y dejó un legado difícil de igualar.

“Desde los cuatro años yo corro riesgos y nunca me pasó nada. Jamás tuve un accidente serio”. Senna hablaba con la seguridad que le transmitía su profunda religiosidad. Su fe era la explicación a la apuesta vital que hacía cada vez que se subía a un Fórmula 1. Ese riesgo llevado al límite, lo convirtió en uno de los pilotos más grandes de todos los tiempos.

Ayrton Senna da Silva nació el 21 de marzo de 1960 en Sao Paulo, Brasil. A los 13 años ya competía en el karting, desde donde dio el salto lógico a la Fórmula 3 Británica, donde logró su primer gran triunfo automovilístico en 1983. Un año después ya estaba a bordo de un F1.

El debut fue en el equipo Toleman y corriendo de local en el Gran Premio de Brasil, quez en 1984 se disputaba en Río de Janeiro. En su segundo GP, en Sudáfrica, consiguió su primer punto. Daba entonces las primeras señales de su actitud ganadora. El mismo año, pero en Mónaco anotó su mejor resultado: Iniciando desde el puesto 13, escaló hasta el segundo lugar, bajo una lluvia torrencial que obligó a detener la carrera justo cuando le pisaba los talones al líder Alain Prost. La pista mojada se convertiría en su especialidad, y el francés en su principal rival.

Esta performance lo hizo saltar a un equipo más grande: Lotus lo recibió en 1985, donde anotó su primera pole position y su primera victoria, ambas en el GP de Portugal. La temporada no le alcanzó para ubicarse más allá del cuarto puesto, pero ya demostraba que en pista, especialmente cuando estaba mojada, era el mejor.

En 1986 repitió el lugar en la clasificación, aunque seguía siendo el más rápido en las clasificaciones. En el Gran Premio de España, el brasileño protagonizó una de las llegadas a meta más cerradas de la historia, superando por apenas 0,014 segundos a Nigel Mansell.

Senna ya tenía claro que para aspirar al título debía cambiar de equipo. Antes que terminara la competencia de 1987, el brasileño anunció que correría el año siguiente bajo los colores blanco y rojo de McLaren, que comenzaría a utilizar motores Honda, marca con la cual Senna había establecido una relación de mucha cercanía. 1988 sería el año del despegue.

La llegada a McLaren no fue simple. No sólo valió la relación de Senna con Honda, sino que debió pasar por la aprobación previa del campeón del mundo y principal rival del brasileño, Alain Prost. Y pese a que el francés la concedió, desde ese momento la tensa relación entre ambos tuvo varios enfrentamientos más dignos de rivales de escuderías que de compañeros de equipo.

Dichas disputas, sin embargo, lejos de perjudicar a McLaren, llevaron a la escudería a ganar 15 de las 16 carreras de la temporada. Senna fue primero en ocho de aquellas fechas contra siete de Prost, quien pese a sumar más puntos en total, debió conformarse con ser segundo, ya que se contabilizaban los 11 mejores resultados. Senna, el mágico Senna, conquistaba su primer título mundial.

El prestigio que el brasileño lograba en pista generaba, sin embargo, muchos reparos fuera de ellas. Reclamos de otros pilotos -incluido Prost - por su agresividad, además de severas advertencias y castigos que le impuso la Federación Internacional de Automovilismo, ayudaron a construir la imagen de piloto rudo, sumamente temerario al conducir y de difícil trato sin casco.

Senna perdió el bicampeonato en la última fecha en Japón justamente por una descalificación tras protagonizar un accidente con su compañero de equipo. El brasileño continuó en pista tras el choque y ganó, pero luego vino la sanción que le devolvió el título al francés que había abandonado.
Prost pasó a Ferrari pero las cosas no fueron muy distintas. El francés y el brasileño siguieron protagonizando las batallas de antes, al punto de que el título de 1990 se definió nuevamente en el GP de Suzuka y otra vez con un accidente entre ambos. En esta ocasión, ninguno continuó en pista, por lo que Senna ganó el campeonato sin cruzar la meta.

El tercer título mundial de Senna, en 1991, fue más claro que los anteriores y ya sin Prost como principal competidor, sino con Nigel Mansell como real obstáculo. Senna era ya considerado uno de los más grandes pilotos de la historia, título que mantendría pese a no volver a cosechar campeonatos. De ahora en más, sus marcas estarían en el récord de poles position (65) (que estuvo imbatido hasta 2006), o en la serie de seis triunfos en Mónaco, que hasta hoy no tiene otro dueño que el brasileño.

Pero McLaren no pudo darle un auto competitivo al tricampeón en los años que vinieron. Williams aparecía como más el fuerte, y Bennetton figuraba ya en los registros gracias a un promisorio Michael Schumacher. Fue el alemán el último gran rival que tuvo Senna en pista, pese a que apenas tuvieron poco más de una temporada para verse las caras.

La última gran hazaña de Senna en la Fórmula 1 ocurrió en 1993, en Donington Park, Gran Bretaña. El 11 de abril de ese año, el brasileño largaba desde la cuarta posición, pero llegó a la primera curva en el quinto puesto. En una remontada increíble, “Magic” superó a sus cuatro rivales antes de finalizar la primera vuelta, adueñándose del Gran Premio.

Aquella muestra de superioridad, junto con el récord de seis victorias en Mónaco que conquistó ese mismo año, fue quizás el último derroche de talento de un piloto que en 1994 diría adiós tempranamente a su carrera y a su vida.

14:17 horas. 220 kilómetros por hora. A esa hora y a esa velocidad iba el Williams Renault conducido por Ayrton Senna cuando impactó contra los muros de protección de la curva Tamburello del circuito Enzo y Dino Ferrari de Imola, en San Marino, Italia.

Era la séptima vuelta de la competencia. Sólo 24 horas antes, en las clasificaciones del mismo Gran Premio, el austríaco Roland Ratzenberger, un novato en la F1, se había estrellado contra el muro en la curva Villeneuve.

Ayrton Senna frenó en la pista para ver de cerca cómo los rescatistas intentaban reanimar al austríaco. Aunque muchos creen que Ratzenberger murió en el acto por una severa fractura cervical y craneana, fue sacado rápidamente del circuito y se le declaró muerto en el hospital de Bolonia. Así, el Gran Premio de Imola 1994 no fue suspendido. Senna prometió dedicarle una victoria al día siguiente.

Pero ese fin de semana en Imola no estaba para alegrías ni homenajes. Fueron días trágicos para la Fórmula 1, con dos pilotos muertos en un total cinco accidentes.

El de Senna fue el cuarto. Era la séptima vuelta del Gran Premio de San Marino. El Williams Renault de Senna debía tomar la curva Tamburello, pero siguió recto e impactó a 250 kilómetros por hora contra las barreras de protección.

En esa misma curva, pero en 1987, el brasileño Nelson Piquet había sufrido otro accidente similar.
Sin embargo, lo del tricampeón mundial fue fatal. Senna lideraba la carrera escoltado por el alemán Michael Schumacher (a la postre el triunfador) cuando se produjo el accidente.

Los servicios de socorro demoraron varios minutos sacar al brasileño del habitáculo de su Williams.

La atención médica se le aplicó sobre la misma pista. Luego, en una camilla fue llevado hasta un helicóptero que aguardaba a pocos metros de distancia, que lo trasladó hasta el hospital Maggiore de Bolonia.

En el centro médico, los médicos fueron pesimistas acerca del estado del brasileño, al cual no dejaron de calificar como grave primero y dramático luego. Un primer informe había dado cuenta que “Magic” había sufrido fuertes hemorragias. Se constataron además dificultades respiratorias y hubo que practicarle una traqueotomía.

Poco después los médicos agregaban al diagnóstico la existencia de fracturas múltiples en la base del cráneo, un hundimiento de caja craneana en el sector frontal y un estado de coma profundo. El pronóstico era extremadamente reservado, añadía por entonces la doctora Maria Teresa Fiandri.

El corazón de Senna, quien hacía poco había cumplido 34 años, se detuvo exactamente a las 18:40 horas. Desde ese momento, nada en la Fórmula 1 volvió a ser igual.

Una semana antes de la muerte de Senna, estuvo de visita en Chile, Luciano Benetton, dueño de la escudería donde comenzaba a brillar un joven Michael Schumacher. En un desayuno privado, Benetton comentó que pese a los buenos resultados de su equipo en las primeras fechas del campeonato 1994, pensaba que en Italia era muy difícil ganar, debido a la potencia de los Williams. “Esta será la carrera de Senna. Sólo una falla o algo imprevisto nos daría alguna posibilidad a nosotros”, dijo.

Días después, el domingo 1 de mayo, el Benetton-Ford de Schumacher cruzaba triunfante la meta del circuito de San Marino. Lo imprevisto había sucedido: Senna, el favorito, estaba muerto.

A sus 34 años, Senna puede haber sido uno de los hombres más ricos de su generación, pero también el que apostaba más fuerte. Senna apostaba su vida.

Pero su fama no se quedaba sólo dentro de los circuitos. De hecho, se había transformado en el ejemplo mismo del éxito para Brasil y en el modelo a imitar para millones de sus compatriotas.

Adulado tanto en las favelas como en el seno de la alta sociedad brasileña, Senna no sólo era un piloto inigualado, sino también un hombre de negocios brillante, símbolo del éxito en una nación que en esos años vivía una crisis.

Importador exclusivo para Brasil de una marca de automóviles europeos, Senna venía de lanzar en Italia una bicicleta y una motocicleta que llevaban su nombre y se aprestaba a importarlas también a Brasil ese año.

Joven, dinámico y obstinado, los negocios de Ayrton eran comandados por el piloto y su hermano Leonardo desde el espectacular edificio de 16 pisos que habían hecho construir en el popular barrio de Santana, en Sao Paulo, el mismo donde había nacido en 1960 en el seno de una familia de clase media.

Ayrton Senna Promotions, servía para comercializar todos los equipos y artículos que llevaban su nombre, y que no eran pocos: desde barcos de 42 pies (los Senna 147) hasta las gorras que se pueden ver cada día en todas las playas de Río de Janeiro o las calles de Sao Paulo.

Piloto de avión en sus horas libres, Senna se desplazaba con frecuencia al comando de su propio jet ejecutivo.

El poseía todo lo que puede imaginarse en Brasil y en otros países y que anhelan cientos de millones de otros mortales a lo largo y lo ancho del mundo: mansiones espléndidas, yates, automóviles y bellas amigas.

Fueron 34 años viviendo al límite. Solo él sabe si tanta fama y dinero valieron la pena.

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